1 de Enero.

Dejamos atrás 365 días. Uno tras otro los hemos ido superando con la mejor de las intenciones.

Me gustaría dar las gracias a todas las personas que han compartido un pedazo de su tiempo conmigo, ya que eso es lo único que no vuelve y se le otorga a las personas que se quiere. Gracias a las personas que me han hecho sonreír, crecer y volar en este año, han sido imprescindibles para mi supervivencia. Sin embargo, querría darles un agradecimiento especial a todas esas personas que me hicieron daño en algún momento de este año, pues sin romper un lazo no se puede construir otro. Por las lecciones que me han dado, tanto pequeñas como grandes personas, por los tropiezos con piedras, que varias veces fueron la misma, que me enseñaron que cuando uno se cae, está obligado a levantarse. 

He pasado diferentes épocas, desde las de llorar todos los días hasta las de sentirme como en una nube de felicidad. Por tanto, quiero pensar que ha sido un gran año. He conocido personas nuevas que me han enseñado muchas cosas, he dejado ir a personas que creía imprescindibles en mi vida solo porque han dejado de serlo y he conseguido valorarme a mí misma sin ponerme por debajo o por encima de nadie. Porque ahora soy yo quien decide y elijo a personas que me transmitan energía positiva.

Sin embargo, me gustaría destacar un hallazgo de este 2015: las emociones. Porque todos sabemos lo que son, pero pocos llegan al equilibrio, muchos prefieren vivir al margen de la vida y otros cogen las riendas y arrancan el carruaje. Me quedo con mis emociones favoritas: Alegría, Tristeza, Asco, Ira y Miedo, ya que de sus combinaciones salen todas las demás. 

Para este 2016, con un día extra, quiero más personas que den luz a mi vida y que sepan realmente lo que sienten, sin miedo al qué dirán. Quiero experiencias nuevas que me hagan crecer como persona y, por qué no, alegría y dosis de locura.

Feliz 2016.

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