Balance 2017

A veces no podemos evitar que nos salte una lágrima, que salga una carcajada o que la comisura de nuestros labios se estire. Qué triste es decir "no podemos evitar". ¿Por qué deberíamos evitarlo? 

Llevo mucho tiempo trabajando las emociones, tanto con niños, enfermos o incluso amigos y familiares. He tratado de demostrar que las emociones hay que cuidarlas, que un ser emocional no es menos que uno mental, que la técnica no es lo mismo si no sonríes y transmites confianza en ella. He tenido tantos "malos ratos" durante este 2017 por defender todo esto... ¿Merece la pena realmente? 

Soy consciente de la cantidad de tiempo que llevo sin escribir en este blog, incluso de escribir en papel. No sabéis cuánto me duele no poder expresar lo que siento o lo que me hacen sentir. Esta sensación extraña que me bloquea y no me deja ser yo misma es bastante desagradable. Os voy a poner en situación para que entendáis un poco más a qué me refiero:

Rondaba el mes de abril y comenzaba mis prácticas de Enfermería en un servicio que, en principio, tenía muy buenas vibraciones porque iba a aprender muy bien la técnica de sacar sangre (no hay nada más emocionante para una persona que está empezando en este oficio). Para mí era un reto día a día, cada vez que cogía una aguja, cada vez que llegaba un nuevo donante de sangre. Realmente me suponía una gran gestión de mis emociones, ya que tenía que transmitir una confianza aunque ni yo misma creía que iba a conseguir hasta llevar cientos de punciones.

Ahí estaba yo, sola frente al peligro. Bueno, sola no, con una enfermera que me supervisaba y debía evaluarme de forma holística e íntegra. En ese momento llegaron los problemas. La enfermera pretendía que yo hiciera una técnica brillante mientras ella estaba presionándome emocionalmente con gritos, broncas y palabras destructivas. Sin embargo, yo seguía día a día levantándome con la misma energía, aunque esta iba apagándose poco a poco. Llegó el momento en el que, aunque mi técnica fuera correcta (bastante para una persona que lleva tanta carga encima) no era suficiente. La parte que podríamos considerar "emocional" de mi trabajo no era evaluable o incluso era negativa porque conseguía conectar con los donantes en el poco tiempo que pasaban conmigo. Yo ya no sabía qué hacer, no tenía fuerzas para nada.

Esta historia, aunque larga y aburrida, os hará entender lo que os voy a explicar ahora.

Durante esas 8 largas semanas que estuve (ya que en medio pasó Semana Santa) pasé de levantarme cada día con una sonrisa para ir a trabajar a tenerme que tirar de la cama de malas maneras para no llegar tarde. De poder llamar cada día a mi familia una única vez a llamarles, por lo menos, 3 veces al día. De llegar a casa con el estómago vacío y no poder probar ni una cucharada de sopa, aunque luego me atracaba a chocolate porque moría de hambre y me hacía sentir mejor. Gracias a este desorden de comidas gané (por llamarlo de alguna forma) seis kilos en mi cuerpo, lo que hacía que me sintiera mal conmigo misma por haberlo permitido... Incluso llegué a pensar en dejar la carrera porque creía que no iba a poder con ella. Fue gracias a mi familia, mis amigos y enfermeras de otros servicios que esa idea no se llegó a convertir en real. ¡Y menos mal que estaban ellos para sacarme del pozo! 

Después de todo esto, me dije a mí misma una sola cosa: en tus manos está. Nada más terminar en ese servicio mis prácticas empecé una dieta rigurosa y seguida por una nutricionista (estas cosas no son para tomárselas a broma), me apunté a un gimnasio para oxigenar todo mi cuerpo y eliminar todas esas toxinas que había acumulado tanto tiempo. Por último, me prometí a mí misma lo siguiente: cree en tí y sé coherente con tus actos.

No quiero decir que le agradezca a esa persona haber sido tóxica y tan poco emocional con su alumna, simplemente pasó. Por ello, considerando que de cada momento hay que obtener una lección: En la vida me voy a encontrar con personas positivas, neutras y tóxicas, no lo voy a poder evitar, por tanto, debo procurar crear una coraza que no permita que esas terceras puedan hacerme tanto daño como la última vez. 

Aunque ese año ha estado lleno de pequeños altibajos y este gran acontecimiento, considero que el balance es muy positivo. Diría que he reventado la balanza. He llegado a sentirme a gusto con mis pensamientos, con mis creencias y valores, con mis actos y las consecuencias que conllevan. Sigo trabajando día a día con mis emociones, pero eso es un trabajo de fondo que nunca acabará. Por todo lo que os he contado quiero daros una pequeña reflexión propia:

Nunca dejéis que nadie os critique sin fundamentación, que sea capaz de apagar esa luz propia que os caracteriza a cada uno de vosotros. Luchad por aquello que creáis justo aunque penséis que no vais a conseguir nada, vuestra conciencia quedará mucho más tranquila que la del victorioso. Creed en vosotros mismos, en vuestras ideas y perseguid vuestros sueños. Esto es una carrera de fondo y nadie dijo que el camino fuera en línea recta.

¡2018 voy a por tí con más energía que nunca!