Inmortales
Todos sabemos que la inmortalidad no existe, aunque hay algunos científicos que estudian el por qué del envejecimiento celular para remediarlo o por lo menos enlentecerlo. Yo creo que el ser humano debería centrarse en cambiar todo lo malo que ha dado a la naturaleza y no en cambiar lo que la naturaleza ha conseguido con tanto esfuerzo. Desde mi punto de vista, todas las personas tienen un principio y un fin en su vida. No deberíamos poder elegir si una persona muere por un infarto o por una cirrosis hepática. La ciencia ahí, en mi opinión, no debería involucrarse.
Al margen de todo lo dicho, e incluso en contra de la opinión que acabo de dar, creo que sí debería haber una especie que fuera inmortal por obligación: los abuelos. Ellos nos han permitido llegar al mundo a través de una generación intermedia, que son nuestros padres (de los que no diré inmortales, sino que deberían durar hasta el infinito y más allá), y han intentado educarnos, enseñarnos y mostrarnos en qué consisten las pequeñas cosas que nos rodean (de las grandes ya se encargan los padres).
Recuerdo la primera vez que mi abuelo, el hombre más alto, más guapo y más fuerte del mundo, me llevaba en su carretilla cuando yo a penas tenía 4 o 5 añitos. Él me llevaba por el huerto y me explicaba qué era un gorrión, qué era un pino, qué era una hormiga, qué era una mariquita o incluso las bellas mariposas... Resumiendo: me enseñaba las pequeñas grandes cosas de la naturaleza.
Una persona con tanta sabiduría, que no me refiero a conocimientos sino a años de experiencia en las piedras del camino de la vida, no está en la obligación de ponerse al nivel de un ser tan pequeñito como lo son los nietos, pues para ello estarían los padres.
Lo que más me gusta en la familia es cuando se juntan las tres o incluso cuatro generaciones, los que tienen la suerte de vivirlas, en un cumpleaños, una boda o cualquier celebración a lo grande. Un nieto es capaz de decir la tontería más grande, por desconocimiento o equivocación, pero ello no supone ningún problema si tiene un abuelo a su lado. El padre o madre pueden intentar castigarle, pero el abuelo saldrá en su defensa y tratará de explicarle con cariño y tranquilidad el error para evitar que se repita. Después de esto, el nieto sonreirá y está seguro que no lo repetirá.
Ahora ya no quiero referirme a un abuelo ni tampoco a un padre. Ahora me referiré a la humanidad de este mundo. Si todos dedicáramos nuestro tiempo en sacar unas pequeñas y necesarias sonrisas a los más pequeños, a los medianos y a los más mayores conseguiríamos muchos más logros que con los números y las estadísticas.